Un aficionado recorrió internet en busca de mejores futbolistas salvadoreños
SAN SALVADOR — Durante más de una década, Hugo Alvarado recorrió internet en busca de futbolistas capaces de mejorar las selecciones nacionales …
SAN SALVADOR — Durante más de una década, Hugo Alvarado recorrió internet en busca de futbolistas capaces de mejorar las selecciones nacionales de El Salvador. Y, según admite con timidez, lo hacía bastante bien.
Trabajó con una computadora en su casa de California e identificó rápidamente a decenas de integrantes de la gran diáspora salvadoreña, jugadores con nombres que sonaban salvadoreños o rostros que le parecían salvadoreños en las filas de los clubes profesionales europeos, en las canteras de los equipos de la MLS y los programas universitarios de Estados Unidos. Luego, los rastreó uno por uno. Los que expresaban interés por jugar para El Salvador eran añadidos a una base de datos que iba creciendo en el sitio de Alvarado.
Pero había un pequeño problema: Alvarado no trabajaba para la federación de fútbol de El Salvador. No tenía autoridad para reclutar jugadores. Solo era un aficionado que quería tener mejores equipos a los que alentar.
“Quería ver una selección nacional más competitiva”, dijo esta semana, más de una década después de haber empezado su proyecto. “Así que por eso es que hago lo que hago”.
Ahora que la ronda final de clasificación para la Copa del Mundo de Catar 2022 comienza esta semana en Norte y Centroamérica, se habla mucho sobre la reconstrucción de la selección masculina de Estados Unidos tras su fracaso en 2017 en la clasificación mundialista. Pero su primer oponente el jueves, El Salvador, también tiene nuevos líderes, un nuevo entrenador y una nueva generación de futbolistas jóvenes y talentos deslumbrantes. Y la reconstrucción que ha emprendido puede ser igual de completa.
El Salvador fue el primer país de Centroamérica en calificar a la Copa del Mundo en 1970, y el primero en volver a participar por segunda vez en 1982. Desde entonces su selección ha tenido dificultades, limitada por una visión poco ambiciosa, grandes escándalos y una incapacidad —o falta de voluntad— para modernizarse. Pero todo eso bien podría estar cambiando, discretamente.
El otoño pasado, la federación de El Salvador contrató a Diego Henríquez —un exseleccionado internacional juvenil que había jugado fútbol universitario en Estados Unidos— como su primer director deportivo. El primer fichaje de Henríquez fue Hugo Pérez, un respetado exjugador de la selección estadounidense y entrenador.
Su meta inicial era concentrarse en llenar los equipos juveniles de El Salvador con mejores futbolistas, en donde los pudieran encontrar. Un exseleccionado de la sub-17 de Estados Unidos de Indiana con padre salvadoreño. Un canterano de los New York Red Bulls de madre salvadoreña. Un futbolista profesional en Holanda que podía jugar para cuatro selecciones y ya había vestido la camiseta de uno de ellos. El sobrino de Even Pérez, un excompañero de equipo de fútbol juvenil de Estados Unidos de Christian Pulisic, cumplía con la descripción.
Esa estrategia de brazos abiertos no es excepcional —Italia, Inglaterra, España y muchos otros países han puesto en la cancha a jugadores nacidos en el exterior— y Pérez conoce su valor mejor que nadie. Nacido en El Salvador, jugó más de 70 veces para Estados Unidos y representó al país en las Olimpiadas y la Copa del Mundo. Y, como casi todos en el fútbol salvadoreño, había escuchado de la labor detectivesca de Alvarado.
“Traer talento de distintas partes del mundo podría ser el plan de cualquier federación”, dijo Henríquez, y advirtió que Estados Unidos lo había hecho y que más recientemente México había hecho propuestas a jugadores nacidos y desarrollados en Estados Unidos. “Es parte de reestructurar nuestra identidad”.
Pero la ambición funciona mejor si hay un plan. Al mando de Pérez y Henríquez, El Salvador tiene un enfoque holístico: entrenamiento y acondicionamiento de alto rendimiento, así como mejoras en nutrición y sueño y forma física y un énfasis en “lo que significa representar a El Salvador, lo que significa ponerse la camiseta de la selección, lo que significa venir a un entrenamiento y ser profesional”.
Los saldos iniciales han sido prometedores: contratados para dirigir los equipos juveniles, Henríquez y Pérez elevaron la responsabilidad de la selección mayor en abril, luego de que los resultados preocupantes en una ronda previa de la clasificación al Mundial causaron un cambio de entrenador. Al apoyarse en jugadores jóvenes y nuevos reclutas, El Salvador avanzó a la ronda eliminatoria de la Copa Oro de este verano, un campeonato regional importante, e incluso le dio a México un breve susto antes de ser eliminados en los cuartos de final.
El Salvador no se hace ilusiones frente a la tarea que le espera en la clasificatoria a la Copa del Mundo. A la región solo le corresponden tres puestos y medio en el torneo del año entrante, y ocho equipos participan en el torneo octagonal clasificatorio. Y pocos esperan que La Selecta, como se le conoce a la selección de El Salvador, obtenga uno. La representación regional va a crecer, sin embargo, cuando la Copa Mundial crezca a 48 equipos en su próximo ciclo.
“Nuestro principal objetivo es 2026”, dijo Henríquez. “Vamos empezando y lo sabemos”.
Para entonces los planes incluirán a más jugadores nuevos, y también a Alvarado. El día que lo contrataron en octubre pasado, Henríquez dijo a los reporteros que estaba abierto a “cualquiera que pueda ayudar” a que El Salvador mejore. Una de sus primeras paradas fue con el hombre de la computadora en California y del vasto conocimiento del tipo de jugadores que podrían estar disponibles. En octubre, Henríquez contrató a Alvarado como el primer visor de tiempo completo en la historia de la federación.
Henríquez dijo que el plan era refinar el pasatiempo de Alvarado y enfocar su trabajo no en ubicar a todos los jugadores potenciales de La Selecta, sino en encontrar jugadores en particular. En lugar de una aspiradora, más bien necesitaba transformarlo en una especie de comprador personal, alguien que recibe una lista de necesidades puntuales y las consigue, como, por ejemplo, reforzar algún equipo de edad específica o darle opciones de jugadores en una posición, o para cumplir algún rol particular. Ni él ni Henríquez están seguros aún de cuánto talento puede haber disponible.
“Necesito cinco Hugo Alvarados en Norteamérica”, dijo Henríquez.
El descubrimiento más reciente de Alvarado, el mediocampista Enrico Dueñas, de 20 años, es justo el tipo de candidato que buscan para El Salvador. Veterano de las canteras del Ajax y el Vitesse y candidato por su origen para jugar por Holanda, donde nació, pero también por El Salvador, Finlandia y Curazao, Alvarado descubrió a Dueñas a través de la hermana del futbolista, con quien se encontró después de revisar metódicamente una lista de los amigos en Facebook del futbolista.
Dueñas, receptivo a la propuesta, hizo su debut competitivo jugando para El Salvador en un torneo calificador olímpico en marzo en México, y ha sido incluido en la lista de Pérez para las tres primeras clasificatorias a la Copa del Mundo.
El domingo llegó por primera vez a El Salvador.
Para Alvarado, Dueñas y otro jugador que identificó hace mucho tiempo, Cristian Martínez, nacido en Costa Rica, han creado el tipo de rumor que solía codiciar cuando creó su página web.
Pero también le reavivan los recuerdos de cómo solía hablar su padre de los días de gloria de El Salvador en 1982 y 1970, antes de que la guerra civil expulsara a los habitantes del país en busca de refugio por todo el mundo. Ahora él intenta traer de vuelta al menos a unos de ellos.
“Creo firmemente que tenemos el talento para llevar un equipo a la Copa del Mundo”, dijo Alvarado. “Y soy un firme creyente de que los salvadoreños nacidos en el exterior nos pueden llevar allá más pronto”.
Andrew Das se unió al Times en 2006. Como editor asistente en la sección de Deportes, ayuda a dirigir la cobertura del fútbol, los Juegos Olímpicos y los deportes internacionales. @AndrewDasNYT